De rosa y plata.

Esta mañana pasé por aquí, un lugar donde trabajé casi cinco años y cuando dejamos este local para irnos a otros más céntrico demás estábamos dejando mucho más que un local... Estábamos dejando años de trabajo, de momentos, de risas, también de llantos, en resumen; de muchas cosas buenas y malas.

Cuando dejamos este local al poco tiempo lo ocupó una frutería, famosa en todo el barrio. Este nuevo dueño del espacio mantuvo sus colores, papel pintado, estructuras más o menos de la tienda... Hasta el punto que en esta pared en la que yo hice este collage con letras luego se pusieron dos espejos grandes para las clientas y en su caso, una máquina frigorífica donde guardar la fruta. Reconozco que alguna que otra vez entré con la excusa de volver un poco a ese recuerdo...

Hoy, al pasar por allí, vi como ese hombre que había montado la frutería (tiene varias) estaba quitando el cartel con el nombre de su frutería y claro, se me hizo inevitable que se me fueran los ojos hacia dentro del local para ver cómo estaba. 

Ya no estaban nuestras estanterías de escayola que apoyaban primero calzado y luego fruta... Sólo unos restos en la parte alta de la pared de lo que fue este papel pintado y como seguía mi camino, no pude fijarme en nada más. Mientras subía los dos escalones que se encuentran un poco más adelante, pensé por un momento en volver a entrar, en pedirle a esta persona que conozco y que es un buen y trabajador hombre que me dejara entrar solamente para ver cómo estaba todo...

Pero mientras subía el segundo escalón, decidí que no. Ni me iba a volver ni tampoco a pretender entrar. Si lo hubiera hecho, le hubiera dado un capricho a este "yo", que ya no soy. Hubiera echado la vista atrás por un segundo cuando lo que tengo es que concentrarme en mirar hacia adelante y todo lo que la vida está por traerme. Pero reconozco que me hubiera gustado asomarme pero siento justos y como he dicho antes, sería haberle concedido un pequeño capricho a un "yo" que ya no soy.

Y en justicia para mí, terminé de subir el escalón, seguí la calle hacia mi casa, disfruté de algún leve recuerdo de aquel momento, me puse lo cascos y he sonreído en homenaje a mí ya que no tengo nada que agradecer a nadie más que a mí mismo, mis ganas de trabajar y de salir, siempre adelante.


Joaquín Cruz Romero.
.
Apoya esta publicación con tu ❤️ y compártela en Instagram / Twitter: @misletrasytu 

Comentarios

Entradas populares